Rumbo al Mictlán

Rumbo al Mictlán

-Ha fallecido, la enfermedad ganó-, se escuchó a lo lejos.

El alma del difunto comenzó a dejar el cuerpo físico y así, ligera, se encaminó rumbo a su última morada: el Mictlán o lugar del descanso eterno. Pero antes, debía pasar exitosamente cada uno de los nueve niveles del inframundo.

Primero pasó por el lugar de los perros, luego por donde los cerros se mueven, después por la montaña de obsidiana y el infierno congelado. También llegó a donde la gente vuela, al lugar donde lanzan flechas y le quitaron el corazón.

Así, el alma exhausta llegó el río de las aguas negras donde tuvo que luchar para no caer en las profundidades. Después de un tiempo, una espesa niebla la envolvió y la reflexión y redención fueron sus acompañantes. No se sabe cuánto tiempo pasó.

De pronto, el alma vio a lo lejos una figura que comenzó a moverse lentamente. Era Mictlantecuhtli, el señor de la mansión de los muertos. Caminaba o quizá levitaba y cuando estuvo cerca, su imponente voz atronó en el lugar. “Han terminado tus penas, vete pues, a dormir tu sueño mortal”.

El alma ahora descansa en el Mictlán y cada dos de noviembre, cuando las puertas de este lugar se abren, sale a “ver” a sus familiares. Con esta explicación, alumnos de tercer año de Secundaria Colegio Miguel Hidalgo, hicieron un recorrido por los niveles del inframundo prehispánico y detallaron los elementos de la ofrenda que se exhibe en este centro educativo para recordar a los seres queridos ya fallecidos.

Con trabajo encabezado por Miss Stefy de Educación Cívica, dos jóvenes destacaron la labor de más de cinco horas para hacer los tapetes de aserrín junto con sus compañeros, montar el altar, colocar los elementos, cruces y arcos de flores y poner el papel picado. Se utilizaron cientos de flores de zempasúchil naturales y de papel, hechas por los alumnos.

Los padres de familia están invitados a disfrutar este viaje al más allá, al lugar donde el tiempo no corre y las almas se reúnen en eterno reposo y regocijo.

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