El 16 de octubre se festeja el Día mundial de la alimentación. En México, la forma de alimentarnos se modificó al paso de los años y de los cambios políticos, sociales y económicos.
De ser el chile, el maíz y el frijol, la base del sustento físico en la época prehispánica, a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, TLCAN (hoy T-MEC), los alimentos industrializados basados en harinas, azúcar refinada, sal y grasa, ocuparon lugar en la mesa de los mexicanos.
Desde el 2013, el Programa Universitario de Alimentos, PUAL de la UNAM, promueve la revaloración de la dieta tradicional mexicana basada en productos frescos que “por su elevada calidad nutrimental, incluye un alto contenido de fibra y proteína de origen vegetal”, como la mezcla de leguminosas (frijoles, lentejas, garbanzos, habas y alberjones) con cereales (principalmente maíz).
Lo anterior junto con el aprovechamiento de las especies ancestrales subutilizadas que crecen en la milpa, como las cerca de 500 especies de quelites entre ellos, la verdolaga, pápaloquelite, chaya, huauzontle, romeritos y quelite cenizo así como flores de calabaza.
El PUAL pone a disposición de padres y madres de familia, así como de profesores, niñ@s y público en general, las 40 Recetas saludables para niños, niñas y la familia en general y el Recetario de refrigerios escolares.
Cabe recordar que la comida mexicana es nutritiva en esencia, además de colorida, sabrosa y variada. No por nada, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO inscribió a la cocina tradicional mexicana en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el 2010.
IMAGEN: La dieta de los mexicanos se enriquece y embellece con flores comestibles como el cempaxúchitl, gualumbos o flor de maguey, colorín o tzompantle, flor de sotol, nochebuena o cuetlaxóchitl y flor de calabaza para las tradicionales quesadillas de comal. Imagen: saboramexico.com.mx.
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